Poco a poco se termina ese sentimiento de orfandad que nos deja el fin del mundial de futbol. Mientras pasa hacemos lo que podemos y nos curamos la cruda con cualquier Necaxa - Atlas. Recreamos una y mil veces el error de Osorio y el gol de campeonato de Iniesta. Olvidamos poco a poco el ensordecedor ruido de las vuvuzelas y el pulpo Paul vuelve a ser un simple mortal.
Del mundial en Brasil espero mucho más futbol y muchas menos anécdotas. Espero un Brasil con más magia y menos Dunga. Un Argentina con más técnico y un México con más juego y menos comerciales. Espero una Alemania de locomotora y una Italia rejuvenecida. Por supuesto, espero una España madura que defienda su título y una Francia sacada de los libros del buen hacer y no de la actual novela de enredos.
Cuatro años sin mundial es mucho tiempo, tendré que esperar.