jueves, enero 20, 2005

Si la vida te da limones...

Dice un buen amigo -de apellido literario y razonamiento lírico- que: "si la vida te da limones...haz pendejadas".
No se si tiene razón, pero de lo que estoy seguro es de que hay todo un ejercito de fieles seguidores de dicha máxima. Es más, me parece que gana adeptos mediante mensajes al inconciente cargados de un simbolismo tal, que es capaz de engañar a la mente más pródiga del planeta.
Aunque tenía alguna leve sospecha, el domingo pasado lo comprobé. Me descubrí infraganti. He aquí la historia.
Diez de la mañana. Suena el teléfono. Mi viejo amigo, el monje: "¿Como estás? oye, te quiero presentar a una amiga ¿vienes? está -junto con otras- en el Six Flags, las voy a alcanzar en un rato".
Aún somnoliento le contesté que si, que cualquier cosa resultaba mejor que permanecer el resto del día consumiendo televisión y comida chatarras en cantidades que el cuerpo no puede sintetizar.
A pesar de que detesto esas citas arregladas en las que no queda otra opción más que interpretar el rol de "Tipo solitario pero sociable, inteligente pero tolerante, open minded pero sin miedo a los compromisos, divertido pero formal" y de que no tenía mayor información de la contraparte femenina del acuerdo, me dispuse a asumir mi mejor cara y mi mejor actitud.
Doce del medio día. Tras un acelerado trayecto en automóvil, llegamos al parque de diversiones. Sin la menor formalidad, fuimos presentados y sin la menor consideración, abandonados. El plan: "nos vemos a las 6:00 en la entrada"
Ahí estaba yo, con mi casi nula capacidad de decir cosas inteligentes, con una treintañera ansiosa de ellas y con toda su atención puesta sobre mi. Y, ¿que hacer? pues nada, si la vida te da limones...haz limonada.
Y la hice. Sin muchos problemas logré hilar algunos temas, platicar algunas anécdotas, arrancarle algunas risas y llenar los silencios incómodos con mi amplio catálogo de insensateces para toda ocasión. Todo esto mientras abordabamos los juegos mecánicos mas sencillos -y no por ello menos demandados- en virtud de que desde un inicio marqué mis límites: "yo no me subo a nada que suba, que baje o que de vueltas". A pesar de ello, lo tomó bien y pasamos un rato agradable.
Tres de la tarde. Hora de comer. Paquete a super precio: "gas y azucares complejas en tamaño grande por dos pesos más, pagas la grasas polisaturadas y te regalan el colesterol". Por supuesto, pagué. ¿Y a que te dedicas? retomé la conversación; estudio la maestría en el Instituto...¡ah! y de ahí conoces al monje ¿no? No. Lo conozco de la iglesia. mmm...y ¿que haces en tus tiempos libres? proseguí con el interrogatorio; canto en el coro de la iglesia, afirmó orgullosa. Comprendí entonces el terreno sobre el que estaba pisando, mismo que pronto sería un campo minado.
Cuatro de la tarde. Caminando bajo el aire helado que comenzaba a cubrir la ciudad. Mi turno de ser interrogado. ¿Y tu, a que iglesia vas? ¿Conoces la Capilla de San...? No, no la conozco, contesté; ojalá un día vayas, el sacerdote es muy bueno. Ojalá, contesté nuevamente.
Pendejada no. 1. La evasión. No vas mucho a misa, ¿verdad? preguntó con mirada inquisidora, ¿No crees en dios? Si creo, contesté, pero no voy a....mira, mejor porque no...¡me muero de ganas de subir a la rueda de la fortuna! ¿vamos? No quería tratar temas tan profundos en una tarde tan superflua.
Pendejada no. 2. Pisando las minas. Con una hermosa vista de la, para ese momento helada ciudad, subidos en un carrito de la rueda, ella contaba anécdotas familiares, mismas me coronó con la siguiente: ¿Sabes como le dieron su anillo de compromiso a mi hermana? No, ¿como?... Pues tras haberse tirado de una avioneta y antes de abrir el paracaídas, entre gritos y gestos, se lo dió...y en ese momento lo dije: !Pues que valiente! yo jamás lo haría...jamás le propondría matrimonio a nadie...Buen sarcasmo en mal momento. Se ofendió, lo tomó personal. Me explotó la mina en la cara.
Pendejada no 3. La falta de información y la mentira piadosa. De vuelta, en el coche. Rumbo a su casa. Bueno, pues fue un placer, te llamo en la semana, le dije. Sin más abrió la puerta y se perdió al traspasar su jardín. No le había pedido su número de teléfono. La mentira piadosa era evidente.
No cabe duda, mis sospechas no lo son más. Soy fiel seguidor de la máxima...si la vida te da limones...haz pendejadas.

martes, enero 11, 2005

Y luego dicen que no es cierto

Resulta ser que la vi después de 10 años. En aquel entonces tenía 18, con la cara llena de inocencia y los dientes de esos que nunca van en proporción, que siempre se ven grandes. No es que me gustara, mucho menos que la quisiera, pues tenía un grandísimo defecto: Mi mejor amigo y una quinceañera la hacían ser la hija sandwich de una linda familia de cinco. Y es que una de las reglas no escritas entre los amigos pudiera adicionarse al gran decálogo: "No desearás a la hermana de tu mejor amigo...", y podría continuar: "...y aunque lo hagas cállate la boca, que vale más un amistad que una vieja".

En resumen, después de 10 años ella cumplió 28 y yo unos tantos más. Y resulta que la vi. Varios centímetros más alta, menos kilos - o tal vez los mismos, pero ahora armoniosamente dispuestos - y dientes cortos y alineados asomándose por una hermosa sonrisa. La ocasión no llevó a más que un gran abrazo -lleno más de nostalgia que de otra cosa- y al riguroso intercambio de números telefónicos y promesas mutuas de marcarlos.

Días después ella llamó. Con sorpresa e incredulidad escuché su voz en la contestadora y pensé que después de tanto tiempo... nadie puede ser considerado tu mejor amigo.

¡Por fin! ¡Seguramente confesará su pueril y platónico amor, prometerá emociones, pasión y caso omiso al "que dirán"! ¡La esperaré en mis brazos y nos fundiremos en un dulce y profundo beso, de esos que inspiran canciones!

Devolví la llamada. El desenlace cambió un poco con respecto al que imaginé. Baste decir que no tenía seguro de gastos médicos. Mañana lo tendré.

Las hermanas de los mejores amigos de la infancia son unas interesadas, por no decir que todas las mujeres lo son.

sábado, enero 01, 2005

Comenzando un año

Hoy no pasa nada. Creo que se debe a que los 364 ayeres inmediatos pasó mucho. O tal vez tampoco pasó nada. Tengo la sensación de pausa, de imagen congelada, de movimiento cuadro por cuadro. La pregunta es ¿Quién presionará "play" en el control remoto del reproductor de mi vida? ¿Seré yo mismo? ¿Será otra persona? ¿Quien? Debo esperar y, entretanto voy a vivir. El secreto es seguir respirando...