sábado, enero 28, 2006

9. You and me (The Cranberries)

Hubo un tiempo en que el mundo era muy sencillo.

En aquel mundo, las aventuras, aunque circunscritas a un pequeño espacio, resultaban por demás épicas. Por que nadie que lo haya vivido podrá decir que aquél lugar no era una recreación surrealista del laberinto de Creta, con el minotauro en el centro y los ícaros y los dédalos buscándose las alas para escapar.

Si en ese mundo, el segundo de los pasajes, tan lleno de ideas y conceptos y discusiones y problemas parecía duro de pasar (Platón, Hume, Kant y Heidegger resultaban verdaderos perros de presa), el primero no lo era menos: la bestia de las secciones cónicas y las curvas de nivel, las derivadas y los teoremas creaban estados de auténtico terror.

Para quien, al final del día, salía triunfante de esa suerte de batallas la recompensa era gratísima. Pasajes secretos para perderse (mejor si era en pares), jardines verdes y floridos y lo mejor: la gran plaza pública, dispuesta a diferencia del resto del mundo, en forma concéntrica. En ella se reunían toda clase de seres a comentar anécdotas o a presumir hazañas de guerra. Era muy común encontrar ahí a mujeres y hombres intercambiando miradas y discretas caricias. También resultaba común encontrar a ese tipo de seres que se sientan a la mesa en arreglos de cuatro a debatir mediante la lógica, la probabilidad y 28 fichas punteadas, quién resultaba más inteligente.

En ese mundo se encontraba todo lo necesario para sobrevivir, sólo había que procurárselo. Tener una novia resultaba, lo sé, de gran ayuda. Lo mismo un puñado de buenos amigos y una pila de buenos libros.

Aquel lugar era mágico y salir de sus limitantes murallas, aunque siempre resultaba atractivo, representaba el gran riesgo de enfrentarse a un mundo más grande, más hostil, más real aunque no por eso más civilizado. Y paradójicamente ese pequeño mundo no tiene otra razón de ser que expulsar a sus habitantes al mundo real.

Hubo un tiempo en que el mundo era muy sencillo, cuando las batallas eran en un salón de clases y la lógica siempre ganaba; donde estaban los buenos maestros y los buenos libros y los grandes temas; donde los buenos amigos y los buenos tiempos. Ahí donde vi nacer los noventas y me enamoré de tí. Ahí donde creamos nuestro mundo, en el que sólo cabíamos tú y yo.


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domingo, enero 15, 2006

8. Maybe I´m amazed (Paul McCartney)


Pensé comenzar este post diciendo que Jem, una veinteañera galesa poco conocida en la América hispana ha puesto nuevamente de moda esta canción. Si así hubiera comenzado hubiera tenido que decir que apareció en el soundtrack de la serie O.C. y habría tenido que recomendar enseguida el primer trabajo de esta joven cantante: Finally woken.

Hubiera tenido que explicar también que la versión original apareció por primera vez en el McCartney en 1970, primer album en solitario del famoso exbeatle. Y hubiera aprovechado para decir que ese, junto con el Ram de 1971 son para mi gusto sus mejores trabajos. De paso, hubiera hecho gala de mi conocimiento de la carrera de Paul para decir que sí, que elegir esos 2 de entre sus 39 discos solistas es algo arriesgado. Y más si su producción del 2005 Chaos and creation in the backyard a cargo de Nigel Godrich, productor de Radiohead suena tan fina y dosmilera a la vez. Aunque esto último lo hubiera escrito sólo para generar más visitas a mi blog.

Habría tenido que decir que McCartney ha venido dos veces a México: una en noviembre de 1993 y otra en el mismo mes pero del 2002. Y no haría falta aclarar que en ambos estuve ahí. Me prestaría a la polémica (que sólo le interesaría a los beatlemanos) y diría que su segundo concierto me gustó más, lo mismo que su segunda esposa. Y habría recordado que en esa gira del 2002 Paul incluyó en su programa Maybe I´m amazed después de casi 20 años de no hacerlo. Habría tenido que admitir que cuando la cantó en vivo, el Palacio de los deportes se cimbró y yo me emocioné hasta el tuétano.

Pensé que el post podría polemizar sobre cuál de las dos versiones es mejor, si la de la próxima gran estrella del pop anglo o si la de la hoy sesentera gran figura del rock ingles e icono de la música popular del siglo XX. Pero decidí que nada de eso tendría sentido. Entonces escribí el contenido de este post:

Maybe I´m amazed es una canción setentera que me estremece. Y decir setentera es sólo para ubicar la época en que fue concebida, pues en realidad puede estar guardada 35 años y al sacarla de nuevo sonar intacta, fresca, real. Tan real como la fragilidad que, nos guste o no, es parte de la naturaleza humana.


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sábado, enero 07, 2006

7. Your kiss is on my list (Hall & Oates)


Despertar y ver tu espalda desnuda es, aunque suene a cliché, la mejor forma de despertar.

Antes ni en la peor de mis bromas me hubiera permitido escribir un cliché. Los lugares comunes me daban pavor, pues el hecho de caer en ellos resulta siempre de mal gusto. Será porque todo mundo los visita, por que no hay restricción para acceder a ellos, porque los balnearios, los parques, el lenguaje, la música y la cultura cuando se vuelven populares nos causan nauseas y entonces nos buscamos unos nuevos.

Es justamente el principio del “no cliché” en el que se basaba nuestra lista de propósitos de año nuevo, aquella donde, en una columna escribíamos las cosas nuevas que habíamos hecho y en la otra las cosas que nos proponíamos hacer. Era algo así como la lista de pendientes, con lugares a conocer, conciertos a asistir, discos a comprar, pero sobre todo, cosas a presumir.

Año con año mejorábamos la lista: ir a la playa más exótica (para presumirle a Pepe y Mariana), comprar la absurdamente costosa botella de vino tinto (para el brindis con Ana y Pedro), cambiar el coche por uno con más lucecitas en el tablero (para que Toño se arda) y por supuesto, asistir al musical de Broadway de moda (para que la pinche Alejandra no esté presumiendo).

No se en que momento la carrera por presumir se convirtió en un evento profesional patrocinado por la superficialidad de tus amigas y tus inigualables celos e inseguridades. Conforme te convertías en una arpía luchando por ganar, la lista se hacía más grotesca y mi cuenta de cheques más endeble. El último año juntos titulé los propósitos como “Para gente con más dinero que sentido común”, para ver si captabas el mensaje.

Hoy, contigo muy lejos, retomé la costumbre de escribir una lista. Se llama “Las mejores cosas de la vida” y aunque en nada se parece a las monstruosidades de antaño, me temo que está llena de clichés. Incluye el cielo azul, cada vez más raro en esta gran ciudad; las tardes con mis amigos de la prepa, sin otra cosa que una cerveza en la mano y 2 pesos en el bolsillo; el disco de éxitos de los extremadamente cursis Hall & Oats y tu espalda desnuda en la cama. ¡Ah! Se me olvidada querida Tamara: tus besos también están en mi lista.


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domingo, enero 01, 2006

El Señor Mostaza

Cuando llegaba la hora del té el universo se detenía para el señor Mostaza. El cuco salía cinco veces del reloj del salón anunciando que había llegado ya la hora del descanso. - El séptimo día cuando terminaron el mundo allí arriba debieron celebrarlo alrededor de una taza de té- repetía rotundo, absolutamente convencido, mientras depositaba la cuchara en el platillo y sorbía el oscuro líquido.El señor Mostaza no necesitaba álbumes de fotos, jamás escribió un diario, no guardaba recortes de periódicos, ni entradas de partidos del Manchester, tampoco almacenaba frascos de colonia vacíos, ni guardaba cartas perfumadas con restos de carmín de amores adolescentes. Nada, absolutamente nada; todo estaba dentro de aquellas diminutas bolsas de algodón. Cientos de sobres de cientos de sabores diferentes que activaban todos sus recuerdos; junto a la menta, grosella, hierbabuena, anís, té verde y manzanilla encontraba cada tarde todo lo que creía olvidado. Los recuerdos del señor Mostaza no estaban en su cabeza sino en su paladar. Un asombroso paladar capaz de distinguir aromas y sabores. El señor Mostaza almacenaba así fechas, lugares, teléfonos, nombres, caras, besos furtivos, texturas y muchísimo más de lo que pudiera apilar en cualquier estantería desordenada. El ritual del té era para el señor Mostaza una especie de regresión en el tiempo, de la que nadie, absolutamente nadie, sospechaba nada. Sorbía un trago y paseaba por su existencia, su infancia, su adolescencia, y su más reciente madurez.Pero hoy es un día diferente, el señor Mostaza ha vertido agua en una de sus tazas de porcelana, ha retirado la bolsita con el té dejándolo reposar, ha sorbido despacio el líquido y se ha sentido profundamente inquieto. El señor Mostaza no se ha conmovido. Ninguna imagen, ningún sentimiento, ningún dato... Como si hubieran vaciado gran parte de su historia se ha levantado presuroso del sofá y ha deseado saltar... saltar al vacío desde la ventana del salón a una altura de siete pisos. Sin embargo repentinamente algo le ha hecho descartar la idea, asustado ha revuelto los cajones hasta que ha encontrado un bolígrafo que ha cogido con su mano derecha, sudorosa, fría y temblorosa. En un cuaderno en blanco ha comenzado a escribir con letra quebradiza arriba en el margen derecho: “Domingo, primero de enero de 2006”.El señor Mostaza hoy ha sentido que comenzaba una nueva vida.
Gracias a Patricia Lostado por sus inspiradas letras.