Eddy era un tipo bastante bohemio y divertido; -...cuando era rico vivía en un piso en la Condesa...- solía decir con la mirada perdida y con la mente en un lugar muy lejano. De origen judío, de fácil conversación y evidentemente metrosexual, era una enciclopedia musical y el sueño dorado de no menos de una docena de chicas de la oficina. Su forma de ser y su estilo de vida le acercaban amigos y mujeres. Solitario y triste desde hacía dos años ( descubrió a su entonces codiciada novia con un locutor de radio de mucha más edad y mucho más dinero), dedicaba su tiempo a visitar cuanto antro se le atravesaba. Prefería los de table dance –la carne que entra por los ojos no enferma- decía.
Una tarde de viernes Tamara organizó la “tradicional” mesa de queso, pan y vino. Eddy se invitó y no tuvimos objeción alguna.
Las paredes de piedra de la casa impiden las más de las veces el uso de teléfonos celulares, así es que Eddy pidió utilizar la línea analógica. Desde la sala (y sin querer), escuchábamos su conversación: “...anda corazón, no quiero ir solo...yo siempre te acompaño...no me trates así...”. Tamara me miró con ojos de asombro esperando que yo tuviera una explicación: ¿con quién diablos habla? ¡yo no le conozco una novia! parecía decirme. Mi gesto pasó del asombro a la indiferencia y Tamara, dispuesta como siempre a disipar sus dudas, tomó el teléfono de la sala y descolgó la bocina...
...Nunca la había visto así, una mezcla de perplejidad, risa nerviosa y tristeza dibujaron su rostro. -Es un hombre- me dijo con la voz entrecortada.
A los pocos meses Tamara y yo nos separamos. Él estaba en cama, devastado, con una tremenda mononucleosis que agarró en París (Aldo y yo vimos como se alejaba de la mesa a uno de esos lugares “donde uno demuestra su hombría” dijo...pero ahora que lo pienso, nunca vimos a donde iba, ni con quién)
No se que habrá sido de él. La última vez que lo vi me dijo algo muy sabio, a propósito de mi separación: “si la vida te da para gozar, gózala...pero si te da para sufrir, súfrela...así funciona la vida...” Yo, que no me atreví a decir nada, sólo pensé: "y tú vive como quieras, haz lo que quieras, pero por favor ya para de sufrir..."
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