Los cinco fantásticos
Hay que aceptarlo: ese año los de primero tenían un gran equipo. Nosotros, con dos años de experiencia en la secundaria y habiendo ganado los torneos internos de basketbol de los dos años anteriores, teníamos la obligación de refrendar nuestro título a costa de lo que fuera. El equipo basaba su éxito en algunas cualidades puntualmente identificables: la fuerza de Charly, la habilidad de Quique, la estatura de Franky, la constancia del Chino y mis buenas rachas.
Persiguiendo sueños
Leía hace poco que un sueño es como un reflejo de la vida real: los hechos que parecen ocurrir en él siguen generalmente, incluso en su incoherencia, ciertas leyes cronológicas coherentes con la secuencia normal de todo hecho verdadero. Si, por ejemplo, sueño que se cierran los postigos de una habitación, me parecerá que se ha interceptado la luz y que alrededor de mí se hace la oscuridad. Por lo tanto, imaginé que, si en sueños hacía el ademán de ponerme la mano sobre los ojos, obtendría, en primer lugar, una ilusión semejante a lo que me ocurriría verdaderamente estándo despierto si hacía el mismo ademán. Luego me pregunté si, después de producir esta interrupción de visión, no podría mi imaginación evocar más fácilmente los nuevos objetos en los que yo tratara de fijar el pensamiento.
La buena racha
Mi racha de la primavera de 1987 fue simplemente arrolladora. Y es que 85 de cada 100 es una proporción de canastas anotadas envidiable. La racha llevó al equipo a una marca de ganados y perdidos de 10-1 y a mí a la selección de la escuela. Las buenas actuaciones nos garantizaban poder jugar en las competencias internas y, por supuesto, en las eliminatorias zonales de escuelas secundarias.
La transición
La colocación, en el sueño, de una mano delante de mis ojos borró en ese momento la visión de un campo que antes había tratado inútilmente de cambiar sólo mediante la fuerza de la imaginación. Estuve sin ver nada durante un instante, exactamente como me habría ocurrido en la vida real. Hice entonces un nuevo llamamiento energético a un recuerdo y, como por arte de magia , este recuerdo, nítidamente colocado ahora en el foco de mi pensamiento, se dibujó de pronto claro, brillante, tumultuoso, sin que, antes de despertarme, tuviera yo percepción de la manera en que se había operado la transición.
La teoría de la evolución
La generación que ese año comenzaba su ciclo tenía grandes jugadores. Grandes en tamaño y en talento. Ese año llegaron a la final del torneo interno con una marca de 8 ganados por 3 perdidos. A lo largo del torneo nos propinaron nuestra única derrota y un partido antes de las finales nos cobramos el agravio. Tal vez porque en el deporte a veces sucede que la teoría de la evolución de Darwin si funciona, los organismos menos desarrollados quedaron eliminados y nos volvimos a enfrentar en la final.
Los sueños lúcidos
Si conseguimos establecer de modo terminante que la voluntad puede conservar, durante el sueño, la fuerza suficiente para dirigir la trayectoria de la mente a través del mundo de las ilusiones y las reminiscencias (como durante el día dirige al cuerpo a través de los acontecimientos del mundo real), habremos logrado un sueño lúcido.
El fin de la racha
Ese día de mayo nos jugabamos todo, el (tri)campeonato, la participación en los zonales, la supremacía sobre los irreverentes novatos, el orgullo, el prestigio. Dos a dos, seis a seis, veintidos a veintidos. En un duelo parejero terminamos la primera mitad. El empate al medio tiempo y, sobre todo, las dificultades que pasamos para ganar rebotes, las imprecisiones y mi pésimo porcentaje de anotación (2 de 5) no estaban en el script.
Terminamos el tercer cuarto ganando por cuarenta y dos a treinta y cuatro. El cuarto cuarto fue el peor de nuestra historia, nos dieron la vuelta y faltando dos minutos nos aventajaban por tres puntos. Entonces, intercepté un servicio, lancé el balón a la banda donde con seguridad encontraría al Chino, quien apretando los dientes entró al área brincando por sobre su marcador para obtener dos puntos más. ¡Escasos segundos en el reloj y a un punto de distancia! El movedor avanzó a media cancha, giró la cabeza hacia el lado derecho pero tuve la fortuna de leer en sus ojos que tiraría el pase al lado izquierdo. Estiré el brazo y ¡sí! ¡el balón estaba en mis manos! En ese momento era cuestión de ver quien corría más rápido, si el reloj para llegar a ceros o yo para correr al aro y anotar. Comencé a correr. Por mi mente pasaba como me convertiría en el héroe del equipo, en como los anales de la historia me recordarían. Me acerco al aro, hago una entrada de rutina por la derecha; primer paso con pierna derecha, con el segundo tomo impulso, estiro el brazo en dirección del aro y...¡adiós campeonato! ¡no puede ser! ¡el balón no entró! se acabaron los sueños.
Reconstruyendo sueños
Al dominar los sueños lúcidos, el temor a las visiones desagradables disminuirá en la medida en que se aprecie su iniquidad, y el deseo de ver aparecer imágenes más gratas será más activo al reconocer la capacidad de evocarlas; el deseo será pronto más fuerte que el temor y, puesto que la idea dominante es la que hace aparecer las imágenes, el sueño agradable será el que prevalezca.
Así es como me aficioné a la teoría de los sueños. Aquel mes de mayo de 1987 mi racha se terminó. Perdímos el campeonato. Pero algo es muy cierto: cada vez que el inconsciente me ataca con ese recuerdo, yo, a cambio, robo el balón en la media cancha y encesto los dos puntos del campeonato.
La teoría de los sueños lúcidos está tomada del texto "Les reves et les moyens de les diriger" de Hervey de Saint Denis. Considerese este post un acto catártico.
1 comentario:
WWWWWaaaaawwww señor Mostaza, este post es genial. Muy interesante el asunto de los sueños e intercalarlo con su episodio le da tintes...digamos...pocamadre.
Me gustó mucho, considere que para mí, usted anotó esos dos puntotes con posteos como éste.
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