¿Hasta cuándo entenderémos que México no es un ente aparte, lejano, impersonal? ¿Hasta cuándo se cansarán los medios y las autoridades de inyectarnos una falsa identidad, una mexicaneidad impuesta?
La culpa de la falta de identidad, si es que se vale buscar culpables, la tienen las imposturas de un régimen que a principios del siglo pasado basó la "identidad mexicana" en La Revolución, sea lo que sea que signifique, en odiar a Díaz y en adorar a Juárez; en pensar en verde, blanco y colorado. Lo mexicano no consiste en eso, como tampoco consiste en una campaña de televisión ("Celebrémos México") en la que se exalta a Lucero y a Hugo, al "Potrillo" y a Manzanero. Mucho menos lo es, si la celebración se lleva a cabo en el Palacio de Bellas Artes ante un público selecto: políticos, empresarios, actores de televisión. Una fiesta privada ¡Váya celebración!.
Y es que en mundo globalizado como el que hoy en día tenemos, donde las culturas y las razas y las ideas se mezclan cada vez más, conceptos como patria, nacionalismo e identidad, empiezan a perder sentido. La tecnología, la comunicación instantánea, el internet hacen que el mundo esté en nuestras manos en cuestión de segundos; comenzamos a ser ciudadanos del mundo. ¿Cómo pretender entonces encontrar identidad en iconos y personajes locales? ¿Cómo creer que conocer el traje de china poblana, el mariachi, los voladores de Papántla, nos llenará las venas de mexicaneidad?
La cultura y la historia mexicanas son fabulosas, pero si no se viven no pueden ser llevadas en las venas o en el corazón. Es como el amor, como el dolor, como el placer: hay que vivirlos para entenderlos.
Por eso, parafraseando a Denisse Dresser, no hay que celebrar el México de López Obrador, de Madrazo, de Fox, de Televisa, de los pesimistas, de los diputados, de Martita. Hay que festejar el México que sentimos, el que vivimos; el México de los sábados en Coyoacán, de sus alegrías y sus gorditas; el de las sonrisas de nuestros hijos, el de los tianguis llenos de frutas y flores y colores y vida. Hay que celebrar el México de la literatura de Zaid y de Arreola, de la poesía viva de Sor Juana, de su música y su magia; el de los amigos y los amores, las historias personales y las anécdotas increíbles. El México de playas llenas de sol y mar y arena caliente y empanadas de jaiba. El México del Centro Histórico, sus catedrales, su arquitectura, sus mujeres y sus indígenas. El México que nos arranca sonrisas y nos llena los corazones y nos hace felices, a pesar de los pesares. Ese es el México que yo celebro: el que vivo, el que está vivo, el que me hace reir y llorar. Tú, ¿Qué México celebras?
1 comentario:
Uy pues esto creo que es una estrategia para entretener a una sociedad deprimida y que no halla motivos de satisfacción. Cuando más jodidos, más se les impele a celebrar.
Aunque nacer aquí haya sido mera casualidad, me gusta entender ciertos factores culturales y hallarme en ellos. Como tú dices, lo que se vive día a día, lo que te duele y lo que entiendes.
Sobre todo, el 16 celebro el cumpleaños de mi hermana. Son causas diferentes para cada quien, y no debemos permitir que se manoseen así como así.
Saludos, Sr. Mostaza.
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