Tal vez no tengas tiempo. La vida pasa a todo tren y la cotidianidad te absorbe, te urge, te secuestra.
No hay tiempo para pensar, para crear, para hacer, para deshacer. Estás en medio del caos, indefenso ante la avalancha de información y de sucesos y de carencias. Fuiste arrojado a un mundo que no comprendes, que no dominas, que no logras descifrar. Como el hombre primitivo, te encuentras en un mundo controlado por fuerzas superiores e indiscernibles.
Tu abominable destino no lo marca esa angustia que te lleva a buscar la cifra -a descifrar-, sino tu renuncia a ser autodidacta, tu resignación a lo indescifrable y tu subordinación sin más a la ley de la costumbre, a hacer lo que debe hacerse sin saber siquiera por qué debe hacerse.
Se trata de que descifres, para lo cual, primero tienes que cifrar, dar forma a la experiencia y a los datos desnudos que te arroja el mundo. Tienes que encontrar la cifra para terminar con el amargo malestar de la vida moderna y sus afanes, sus ritos, sus jerarquías, sus prioridades.
La cifra, esa palabra ignota que resumiría y contendría todo el universo. La clave que terminaría con tu malestar cotidiano, con tu condición siempre precaria e inestable de no acabar de ser quien eres, de no saber quien eres y para que haces lo que haces.
La clave. Pero que más da, tal vez no tengas tiempo.
Al maestro Arreola, donde se encuentre.
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