A veces creo que no soy más que vaga memoria, que vivo en mi febril insomnio, en el que nunca estoy del todo dormido pero tampoco estoy del todo despierto.
El presente se consume mientras procuro recordar las pasadas glorias, los pasados amores, las mejores tardes y las mejores canciones. Mejor eso que sufrir los sinsabores del efímero presente o pensar en el incierto y angustioso futuro.
Estoy cansado de vivir en mi pasado. Tengo la sensación de que amo, de que gozo, de que río, de que canto. Pero si por primera vez te veo, siento que ya te conozco; si te toco o si te abrazo, de inmediato te reconozco; y a menudo estoy cierto de nunca antes haberte sentido.
Siento hastío de pensar en el futuro. Pero mañana será otro día. Despertaré con el alba y viviré el presente. Minuto tras minuto mataré el pasado y procuraré no adelantarme. Seguramente te encontraré cambiada, los años no pasan en balde, pero aún así te buscaré y, si quieres, te amaré por vez primera, sin prejuicios, sin pretextos, sin pasado. Esa es la gran decisión que habrá de cambiar mi vida.
Algo así no se puede callar, hay que gritarlo con todas las fuerzas de que se es capaz. Tu más que nadie debe saberlo. Fue en ese momento en que decidí llamarte ¿lo recuerdas?
lunes, abril 18, 2005
domingo, abril 10, 2005
Con el sol en aries
No te preocupes, parece que es normal. No estoy ni más ni menos loco, sigo siendo el mismo.
Tampoco es que te quiera menos, eso no pasa de un día a otro, eso lleva tiempo. ¡Si esta bién!, ¡lo acepto!, he estado un poco ausente, pensativo, adusto. Que le vamos a hacer, me conoces bien. Te ha tocado compartir conmigo los días y las noches, las lunas llenas y las menguantes, los equinoccios y los solsticios. Te ha tocado ver conmigo las noches más estrelladas y las menos, que son la mayoría, desde la misma cama.
Ayer mismo, cuando caminabamos por el parque, te contesté que te quería, a pesar de que venía contando mis pasos, con la vista puesta en la nada, moviendo las manos como quien arenga con ansia de ser escuchado. Te dejé bien claro que no me cansa la rutina, que cada día contigo me parece el primero...¿Que no te lo dije? bueno, al menos lo pensé.
No te alarmes, todo está bien, prometo que en unos días se acabarán los soliloquios, las frases inconclusas, las noches insomnes sin siquiera tocarte. No es la rutina, no es que no te quiera. Para ser sincero, conozco la razón: son los astros. Y es que durante todo este mes tengo el sol en aries y contra eso no hay nada que se pueda hacer.
Tampoco es que te quiera menos, eso no pasa de un día a otro, eso lleva tiempo. ¡Si esta bién!, ¡lo acepto!, he estado un poco ausente, pensativo, adusto. Que le vamos a hacer, me conoces bien. Te ha tocado compartir conmigo los días y las noches, las lunas llenas y las menguantes, los equinoccios y los solsticios. Te ha tocado ver conmigo las noches más estrelladas y las menos, que son la mayoría, desde la misma cama.
Ayer mismo, cuando caminabamos por el parque, te contesté que te quería, a pesar de que venía contando mis pasos, con la vista puesta en la nada, moviendo las manos como quien arenga con ansia de ser escuchado. Te dejé bien claro que no me cansa la rutina, que cada día contigo me parece el primero...¿Que no te lo dije? bueno, al menos lo pensé.
No te alarmes, todo está bien, prometo que en unos días se acabarán los soliloquios, las frases inconclusas, las noches insomnes sin siquiera tocarte. No es la rutina, no es que no te quiera. Para ser sincero, conozco la razón: son los astros. Y es que durante todo este mes tengo el sol en aries y contra eso no hay nada que se pueda hacer.
viernes, abril 08, 2005
Tamara, siempre Tamara II
No se porqué, pero desde que te fuiste tengo la extraña sensación de que me miran. Como si me reclamaran por tu ausencia, como si esperaran tu regreso. Estáticas, se encuentran cada una en su lugar, en ese que el cosmos les confirió para que hasta el fin de los tiempos nos vigilaran, para que fueran mudos testigos de nuestra vida juntos, que no de la tuya o de la mía, que no es lo mismo.
Hoy, cuando salga, colgaré tus llaves tras la puerta, correré las cortinas de nuestra habitación y, sólo por precaución dejaré la cama deshecha, tal vez así no se percaten, tal vez así no me reclamen, tal vez así no sabrán nunca que nos hemos ido...
Querida Tamara, ahí encontrarás nuestras cosas, que no las tuyas o las mias, que no es lo mismo. Sólo por si el caprichoso cosmos nos acomoda nuevamente entre nuestros inertes testigos.
Homo Ludens
Hoy, cuando salga, colgaré tus llaves tras la puerta, correré las cortinas de nuestra habitación y, sólo por precaución dejaré la cama deshecha, tal vez así no se percaten, tal vez así no me reclamen, tal vez así no sabrán nunca que nos hemos ido...
El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Querida Tamara, ahí encontrarás nuestras cosas, que no las tuyas o las mias, que no es lo mismo. Sólo por si el caprichoso cosmos nos acomoda nuevamente entre nuestros inertes testigos.
Homo Ludens
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