Hoy, cuando salga, colgaré tus llaves tras la puerta, correré las cortinas de nuestra habitación y, sólo por precaución dejaré la cama deshecha, tal vez así no se percaten, tal vez así no me reclamen, tal vez así no sabrán nunca que nos hemos ido...
El bastón, las monedas, el llavero,
la dócil cerradura, las tardías
notas que no leerán los pocos días
que me quedan, los naipes y el tablero,
un libro y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada,
el rojo espejo occidental en que arde
una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos,
ciegas y extrañamente sigilosas!
Durarán más allá de nuestro olvido;
no sabrán nunca que nos hemos ido.
Querida Tamara, ahí encontrarás nuestras cosas, que no las tuyas o las mias, que no es lo mismo. Sólo por si el caprichoso cosmos nos acomoda nuevamente entre nuestros inertes testigos.
Homo Ludens
No hay comentarios.:
Publicar un comentario