Querido lector (no lo digo como recurso literario ni de manera genérica, lo digo en un sentido estrictamente literal refiriendome a mi único, intermitente e inconstante lector):
Dice José Manuel Aguilera que el acto creativo es maravilloso, sea cual sea su origen, incluso si éste es el dolor. Y hoy la herida está cerrada. No digo que quedé como nuevo, de ninguna manera, pero es un hecho que cerró. Leer y releer mis textos da clara cuenta de lo mucho que necesitaba decir, de lo mucho que tenía guardado y a punto de estallar. Este blog fue el lugar donde estalló, pero ya no hay más.
Hoy las motivaciones son otras, las ideas fluyen desde otro lugar, con otro sentido. Tengo mucho que decir y muchas ganas de hacerlo, pero este ya no es el lugar, ya no me siento cómodo. Me voy de aquí con mis demonios y mis fantasmas, con mis bien conocidos gurús que muchas veces me prestaron sus letras y muchas más sus ideas. Me voy con mi discurso a otro lado.
Sólo terminaré aquí mi inconcluso proyecto: 33 ensayos para mis 33 canciones preferidas, voy en la 14. No se cuánto me llevará, pero lo concluiré en este sitio. Por lo demás, no tengo claro donde ni cuando comenzaré a escribir de nuevo, no tengo claro a donde me llevará la blogósfera...pero de algo estoy seguro: buscando encontraré...
Hasta pronto querido lector,
El Señor Mostaza
P.D. Pronto sabrás de mi nuevamente...¿dónde? buscando encontrarás
viernes, noviembre 03, 2006
miércoles, noviembre 01, 2006
La muerte chiquita
lunes, octubre 09, 2006
No se olvida
Hace algún tiempo me topé con su fantasma. Este 9 de octubre lo recuerdo con las letras de Julio Cortazar:
Roberto, Aleida, mis muy queridos:
Che
Yo tuve un hermano
No nos vimos nunca
Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Aleida. Hasta siempre,
Julio
29 de octubre de 1967
Roberto, Aleida, mis muy queridos:
Anoche volví a París desde Argel. Solo ahora, en mi casa, soy capaz de escribirles coherentemente; allá, metido en un mundo donde sólo contaba el trabajo, dejé irse los días como en una pesadilla, comprando periódico tras periódico, sin querer convencerme, mirando esas fotos que todos hemos mirado, leyendo los mismos cables y entrando hora a hora en la más dura de las aceptaciones. Entonces me llegó telefónicamente tu mensaje, Roberto, y entregué ese texto que debiste recibir y que vuelvo a enviarte aquí por si hay tiempo de que lo veas otra vez antes de que se imprima, pues sé lo que son los mecanismos del télex y lo que pasa con las palabras y las frases. Quiero decirte esto: no sé escribir cuando algo me duele tanto, no soy, no seré nunca el escritor profesional listo a producir lo que se espera de él, lo que le piden o lo que él mismo se pide desesperadamente. La verdad es que la escritura, hoy y frente a esto, me parece la más banal de las artes, una especie de refugio, de disimulo casi, la sustitución de lo insustituible. El Che ha muerto y a mí no me queda más que silencio, hasta quién sabe cuándo; si te envié este texto fue porque eras tú quien me lo pedía, y porque sé cuánto querías al Che y lo que él significaba para ti. Aquí en París encontré un cable de Lisandro Otero pidiéndome ciento cincuenta palabras para Cuba. Así, ciento cincuenta palabras, como sin uno pudiera sacarse las palabras del bolsillo como monedas. No creo que pueda escribirlas, estoy vacío y seco, y caería en la retórica. Y eso no, sobre todo eso no. Lisandro me perdonará mi silencio, o lo entenderá mal, no me importa; en todo caso tu sabrás lo que siento. Mira, allá en Argel, rodeado de imbéciles burócratas, en una oficina donde se seguía con la rutina de siempre, me encerré una y otra vez en el baño para llorar; había que estar en un baño, comprendes, para estar solo, para poder desahogarse sin violar las sacrosantas reglas del buen vivir en una organización internacional. Y todo esto que te cuento también me averguenza porque hablo de mí, la eterna primera persona del singular, y en cambio me siento incapaz de decir nada de él. Me callo entonces. Recibiste, espero, el cable que te envié antes de tu mensaje. Era mi única manera de abrazarte, a ti y a Aleida, a todos los amigos de la Casa. Y para ti también es esto, lo único que fui capaz de hacer en esas primeras horas, esto que nació como un poema y que quiero que tengas y que guardes para que estemos más juntos.
Che
Yo tuve un hermano
No nos vimos nunca
pero no importaba
Yo tuve un hermano
Yo tuve un hermano
que iba por los montes mientras yo dormía.
Lo quise a mi modo,
le tomé su voz libre como el agua,
caminé de a ratos cerca de su sombra.
No nos vimos nunca
pero no importaba,
mi hermano despierto mientras yo dormía,
mi hermano mostrándome
detrás de la noche su estrella elegida.
Ya nos escribiremos. Abraza mucho a Aleida. Hasta siempre,
Julio
29 de octubre de 1967
miércoles, septiembre 20, 2006
jueves, septiembre 14, 2006
Unblogged
Que empecé a dar clases en la universidad y que eso me llena de gusto.
Que los fines de semana empiezan a parecerse cada vez menos al resto de los días.
Que espero ansiosamente encontrarla en el chat.
Que me niego a llamar presidente a Calderón.
Pero que tampoco creo en López Obrador.
Que lo peor de este país son sus políticos.
Pero que quiero gritar viva México con todas mis fuerzas.
Que la quiero hasta la nausea.
Que me encanta la luna, especialmente su lado oscuro.
Y que espero encontrarla ahí pronto.
Que me faltan 19 canciones de mi lista de 33.
Que he estado muy ocupado viviendo.
Y que de momento, aunque me sobren recuerdos, me faltan palabras.
Y que cuando me faltan palabras no puedo colgar nada en el blog.
Y que entonces todo lo que pienso y siento permanece unblogged.
Que los fines de semana empiezan a parecerse cada vez menos al resto de los días.
Que espero ansiosamente encontrarla en el chat.
Que me niego a llamar presidente a Calderón.
Pero que tampoco creo en López Obrador.
Que lo peor de este país son sus políticos.
Pero que quiero gritar viva México con todas mis fuerzas.
Que la quiero hasta la nausea.
Que me encanta la luna, especialmente su lado oscuro.
Y que espero encontrarla ahí pronto.
Que me faltan 19 canciones de mi lista de 33.
Que he estado muy ocupado viviendo.
Y que de momento, aunque me sobren recuerdos, me faltan palabras.
Y que cuando me faltan palabras no puedo colgar nada en el blog.
Y que entonces todo lo que pienso y siento permanece unblogged.
sábado, agosto 26, 2006
Los nuevos pornógrafos...
...Bueno, después de mantener un mes a Julietita encabezando la consola (con una brevísima aparición del nuevo Eraser de Thom Yorke), hago a un lado mi admiración (casi amor) por esta fabulosa mujer y le dedico este post a la banda independiente The New Pornographers.
De Vancouver al mundo vía la escena indie, los pornógrafos presentaron en 2003 su Electric Version con un sonido fresco y energético digno del mejor rocanrol dosmilero. Eclécticos y divertidos, con buenas melodías y calidad armónica, el sexteto nos entrega 13 excelentes cortes que merecen sin duda un espacio en tu iPod.
Completan su discografía dos trabajos más Mass Romantic (2003) y Twin Cinema (2005)...tienes que escucharlos.
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sábado, julio 22, 2006
La otra Julieta
Y siguiendo con el fin de semana "Julieta Venegas" un video de 1997...se llama "De mis pasos"...genial mujer
viernes, julio 21, 2006
Ahhhhhhhhh...
Ahhhhhhhhhhhh...Es un alivio encontrarse con que lo sencillo es por lo regular lo más bonito. Y tácheme el lector de cursi, fresa o lo que guste. El asunto es que Julieta está maravillosa y su nuevo disco "Limón y sal"(debe tener como dos meses en los estantes, pero para mi es nuevo) es un verdadero oasis de amabilidad, sencillez, amor, y todo lo demás.
No es casualidad que desde que lo puse hoy por la tarde estoy de un excelente humor (cosa que en los últimos meses es raro en mi persona). Tampoco es casual que desde hace un rato le he encontrado palabras al amor, consuelo al desamor y olvido al pesimismo...y ni que decir de Julieta Venegas: yo la quiero con limón y sal, yo la quiero tal y como está, no hace falta cambiarle nada...
viernes, julio 07, 2006
Párteme el corazón
Párteme el corazón y será esto lo que te encuentres. Porque es esto de lo que estoy hecho, de hojas escritas, de paginas donde se amontonan letras y viejas historias. Párteme el corazón y piérdete dentro de él para saber lo que partes. Leerás capítulos desordenados, podrás entrar en habitaciones olvidadas y recorrer pasillos que yo ya no recorro... encontrarás fotos amarillas, rostros ya borrados por el tiempo y tiempo que trae de nuevo los rostros a las sombras y un baúl donde guardo todas las piedras que encuentro junto a una bolsa de caramelos. Párteme el corazón y será esto lo que te encuentres. Y endúlzate de azúcar morena y deja que en tus manos caiga la sal gorda... y quédate a leer para ver lo que estás partiendo y será entonces cuando tal vez encuentres un pequeño rinconcito acogedor donde quedarte a leer sin que nadie te moleste... y entonces si tu corazón está hecho con el mismo molde que el mío, no querrás marcharte y te preguntarás por qué me lo has partido y encontrarás una hojita en blanco con una sola línea en la que habré escrito que no me importa que me lo partas...si así... me has visto.
A Andy, esperando que encuentre el rinconcito.
Gracias a una gran amiga por prestarme su letras.
A Andy, esperando que encuentre el rinconcito.
Gracias a una gran amiga por prestarme su letras.
viernes, mayo 26, 2006
14. Don´t let me be lonely tonight (James Taylor)
No se que decir. La botella vacía y tu eterno cansancio me dejan nuevamente sin armas para retenerte. No se que sea, acaso tu misteriosa mirada o tu seductora timidez. Acaso el hecho de que igual que tú, yo también tengo mucho tiempo solo. Quizás es solamente que comienzo a extrañar tu inocente sonrisa. El hecho es que, sin proponértelo, cada vez que te veo me dejas unas ganas infinitas de no dejarte ir.
Ya se que no te conocí en la mejores circunstancias, puedes argüir que no pasas por el mejor de los momentos y que sólo necesitas un buen amigo. Yo no he pedido otra cosa, pero probablemente mi mensaje es ambiguo. Si el otro día traté de robarte un beso fue porque la distancia entre los dos se ha reducido a casi nada. Fue sólo miedo lo que lo impidió, ese mismo miedo que hace que alejes las manos cuando acerco las mías y que retires la mirada cuando atrapo tus ojos con los míos.
No se si te lo he dicho, pero tengo paciencia de santo. Sé cuando invadir tu espacio y percibo inmediatamente cuando estás a la defensiva y debo dar un paso atrás. Entiendo que ponerle calificativos a las relaciones las vuelve comprometedoras y que quizás de momento el título de pareja (o cualquier otro) nos excede a ambos. Quizás a ti, como a mí, te gusta andar en suelo firme, sin vacilaciones. Quizás tu, como yo, de momento sólo intentas ahuyentar el miedo a fuerza de buena compañía, largas conversaciones y tardes sin prisas.
Quizás jamás te robe un beso, quizás la distancia entre los dos se vuelva obligada y cada quien regrese a su lugar, al lado de su pasado y sus demonios. Quizás el fin de semana no me contestes la llamada, quizás estés cansada o quizás mientas para ocultar tus pocas ganas de verme. Así es la vida Andrea, un juego azaroso como el que más. Y ya mañana dios dirá, pero de momento concédeme un favor: guárdate tus adioses y quédate conmigo, que no quiero estar solo esta noche.
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Ya se que no te conocí en la mejores circunstancias, puedes argüir que no pasas por el mejor de los momentos y que sólo necesitas un buen amigo. Yo no he pedido otra cosa, pero probablemente mi mensaje es ambiguo. Si el otro día traté de robarte un beso fue porque la distancia entre los dos se ha reducido a casi nada. Fue sólo miedo lo que lo impidió, ese mismo miedo que hace que alejes las manos cuando acerco las mías y que retires la mirada cuando atrapo tus ojos con los míos.
No se si te lo he dicho, pero tengo paciencia de santo. Sé cuando invadir tu espacio y percibo inmediatamente cuando estás a la defensiva y debo dar un paso atrás. Entiendo que ponerle calificativos a las relaciones las vuelve comprometedoras y que quizás de momento el título de pareja (o cualquier otro) nos excede a ambos. Quizás a ti, como a mí, te gusta andar en suelo firme, sin vacilaciones. Quizás tu, como yo, de momento sólo intentas ahuyentar el miedo a fuerza de buena compañía, largas conversaciones y tardes sin prisas.
Quizás jamás te robe un beso, quizás la distancia entre los dos se vuelva obligada y cada quien regrese a su lugar, al lado de su pasado y sus demonios. Quizás el fin de semana no me contestes la llamada, quizás estés cansada o quizás mientas para ocultar tus pocas ganas de verme. Así es la vida Andrea, un juego azaroso como el que más. Y ya mañana dios dirá, pero de momento concédeme un favor: guárdate tus adioses y quédate conmigo, que no quiero estar solo esta noche.
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sábado, abril 15, 2006
13. Amor violento (Los Tres)
El lugar esta en ruinas. Pasaba por ahí y, como si se tratara de un viejo conocido, me bajé del auto a demostrar mi pésame por el difunto bar aquél. Sólo han pasado seis años desde que festejamos ahí el polémico fin del siglo XX y hoy no queda nada.
Aquella noche, entre el alboroto y la emoción, entre los buenos deseos y los inalcanzables propósitos, las prisas nos sacaron del departamento de la Narvarte. Debíamos llegar puntuales a las 10 pues nos esperaban en la mesa cerca de 60 personas de esas que sólo Tamara podía convocar y de las que yo a veces no recordaba ni el nombre. Así era ella: capaz de hacerse amiga hasta de la piedras. Mira, ella es Laura, mi mejor amiga de la secundaria...y ella es Emma, ex de Victor, la conocimos en el verano...y ella... Así podía pasarse toda la noche hasta llegar a los parentescos más extraños jamás escuchados. Debo aclarar que no la pasaba mal, sólo que hasta antes de conocerla, mi circulo de amigos y mi calendario de eventos sociales eran, digámoslo así: discretos.
Siempre se quedan en la mente algunos momentos como si fueran fotografías, tan claras y nítidas que si se tiene la habilidad se puede hacer una reproducción exacta, con lujo de detalle en un papel. Tamara era la amiga común de todos. A petición popular subió al pequeño escenario para dirigir un brindis y decir todas esas cosas lindas que se dicen en una fiesta así. Las luces se apagaron y sólo quedó una, iluminándola a ella. Se veía hermosa, vestida toda de blanco, con sus grandes ojos, su linda sonrisa, su cabello corto aún mojado. Yo estaba atónito, tenía 3 meses viviendo con ella y era como si nunca antes la hubiera visto. Me encontré boquiabierto, totalmente deslumbrado, fulminado. Por ciertas razones y porque la danza de la realidad así lo quizo, esa noche empezó realmente nuestra historia, esa que parece que nunca terminaré de contar.
Parado ahí, junto a ese lugar en ruinas, recordé que hoy no queda nada. Sólo me queda el consuelo de haber vivido ese momento y de que jamás olvidaré mi historia al lado de Tamara. No es que viva del pasado, tampoco es que lamente su ausencia. En realidad quisiera encontrar otro momento y escribirme otra historia. Es sólo que, de momento, parece que el amor tendrá que esperar.
La versión que se escucha es de Café Tacuba, del disco Vale Callampa, homenaje a Los Tres
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Aquella noche, entre el alboroto y la emoción, entre los buenos deseos y los inalcanzables propósitos, las prisas nos sacaron del departamento de la Narvarte. Debíamos llegar puntuales a las 10 pues nos esperaban en la mesa cerca de 60 personas de esas que sólo Tamara podía convocar y de las que yo a veces no recordaba ni el nombre. Así era ella: capaz de hacerse amiga hasta de la piedras. Mira, ella es Laura, mi mejor amiga de la secundaria...y ella es Emma, ex de Victor, la conocimos en el verano...y ella... Así podía pasarse toda la noche hasta llegar a los parentescos más extraños jamás escuchados. Debo aclarar que no la pasaba mal, sólo que hasta antes de conocerla, mi circulo de amigos y mi calendario de eventos sociales eran, digámoslo así: discretos.
Siempre se quedan en la mente algunos momentos como si fueran fotografías, tan claras y nítidas que si se tiene la habilidad se puede hacer una reproducción exacta, con lujo de detalle en un papel. Tamara era la amiga común de todos. A petición popular subió al pequeño escenario para dirigir un brindis y decir todas esas cosas lindas que se dicen en una fiesta así. Las luces se apagaron y sólo quedó una, iluminándola a ella. Se veía hermosa, vestida toda de blanco, con sus grandes ojos, su linda sonrisa, su cabello corto aún mojado. Yo estaba atónito, tenía 3 meses viviendo con ella y era como si nunca antes la hubiera visto. Me encontré boquiabierto, totalmente deslumbrado, fulminado. Por ciertas razones y porque la danza de la realidad así lo quizo, esa noche empezó realmente nuestra historia, esa que parece que nunca terminaré de contar.
Parado ahí, junto a ese lugar en ruinas, recordé que hoy no queda nada. Sólo me queda el consuelo de haber vivido ese momento y de que jamás olvidaré mi historia al lado de Tamara. No es que viva del pasado, tampoco es que lamente su ausencia. En realidad quisiera encontrar otro momento y escribirme otra historia. Es sólo que, de momento, parece que el amor tendrá que esperar.
La versión que se escucha es de Café Tacuba, del disco Vale Callampa, homenaje a Los Tres
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viernes, marzo 24, 2006
12. Pare de sufrir (La Barranca)
Eddy era un tipo bastante bohemio y divertido; -...cuando era rico vivía en un piso en la Condesa...- solía decir con la mirada perdida y con la mente en un lugar muy lejano. De origen judío, de fácil conversación y evidentemente metrosexual, era una enciclopedia musical y el sueño dorado de no menos de una docena de chicas de la oficina. Su forma de ser y su estilo de vida le acercaban amigos y mujeres. Solitario y triste desde hacía dos años ( descubrió a su entonces codiciada novia con un locutor de radio de mucha más edad y mucho más dinero), dedicaba su tiempo a visitar cuanto antro se le atravesaba. Prefería los de table dance –la carne que entra por los ojos no enferma- decía.
Una tarde de viernes Tamara organizó la “tradicional” mesa de queso, pan y vino. Eddy se invitó y no tuvimos objeción alguna.
Las paredes de piedra de la casa impiden las más de las veces el uso de teléfonos celulares, así es que Eddy pidió utilizar la línea analógica. Desde la sala (y sin querer), escuchábamos su conversación: “...anda corazón, no quiero ir solo...yo siempre te acompaño...no me trates así...”. Tamara me miró con ojos de asombro esperando que yo tuviera una explicación: ¿con quién diablos habla? ¡yo no le conozco una novia! parecía decirme. Mi gesto pasó del asombro a la indiferencia y Tamara, dispuesta como siempre a disipar sus dudas, tomó el teléfono de la sala y descolgó la bocina...
...Nunca la había visto así, una mezcla de perplejidad, risa nerviosa y tristeza dibujaron su rostro. -Es un hombre- me dijo con la voz entrecortada.
A los pocos meses Tamara y yo nos separamos. Él estaba en cama, devastado, con una tremenda mononucleosis que agarró en París (Aldo y yo vimos como se alejaba de la mesa a uno de esos lugares “donde uno demuestra su hombría” dijo...pero ahora que lo pienso, nunca vimos a donde iba, ni con quién)
No se que habrá sido de él. La última vez que lo vi me dijo algo muy sabio, a propósito de mi separación: “si la vida te da para gozar, gózala...pero si te da para sufrir, súfrela...así funciona la vida...” Yo, que no me atreví a decir nada, sólo pensé: "y tú vive como quieras, haz lo que quieras, pero por favor ya para de sufrir..."
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Una tarde de viernes Tamara organizó la “tradicional” mesa de queso, pan y vino. Eddy se invitó y no tuvimos objeción alguna.
Las paredes de piedra de la casa impiden las más de las veces el uso de teléfonos celulares, así es que Eddy pidió utilizar la línea analógica. Desde la sala (y sin querer), escuchábamos su conversación: “...anda corazón, no quiero ir solo...yo siempre te acompaño...no me trates así...”. Tamara me miró con ojos de asombro esperando que yo tuviera una explicación: ¿con quién diablos habla? ¡yo no le conozco una novia! parecía decirme. Mi gesto pasó del asombro a la indiferencia y Tamara, dispuesta como siempre a disipar sus dudas, tomó el teléfono de la sala y descolgó la bocina...
...Nunca la había visto así, una mezcla de perplejidad, risa nerviosa y tristeza dibujaron su rostro. -Es un hombre- me dijo con la voz entrecortada.
A los pocos meses Tamara y yo nos separamos. Él estaba en cama, devastado, con una tremenda mononucleosis que agarró en París (Aldo y yo vimos como se alejaba de la mesa a uno de esos lugares “donde uno demuestra su hombría” dijo...pero ahora que lo pienso, nunca vimos a donde iba, ni con quién)
No se que habrá sido de él. La última vez que lo vi me dijo algo muy sabio, a propósito de mi separación: “si la vida te da para gozar, gózala...pero si te da para sufrir, súfrela...así funciona la vida...” Yo, que no me atreví a decir nada, sólo pensé: "y tú vive como quieras, haz lo que quieras, pero por favor ya para de sufrir..."
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viernes, marzo 17, 2006
11. I am the walrus (The Beatles)
Siempre le gustaron las librerías de viejo. El inconfundible olor a guardado y el singular caos que guardan hacían que su mente enfrentara los conceptos fundamentales del universo ordenado y sistemático de la Biblioteca de Babel. No sólo le movía la infinita emoción que le generaba hurgar en cada pila, sino la certeza de que en alguna de ellas el caótico cosmos le entregaría en sus manos el libro de todos los libros, el cuento de todos los cuentos.
Aquella noche el Señor Mostaza despertó de cara a un libro. Sin saber siquiera donde estaba, volteó la mirada hacia donde el reloj marcaba las nueve con veinte. -He perdido mucho tiempo-, se reclamó a sí mismo. Buscaba desde hacía varios días un Tratado Fundamental de Budismo, una edición extraña (de un autor aún más) que el encargado juraba haber recibido meses atrás.
Habían pasado muchas noches desde que Niebla le hizo pensar que los personajes de las novelas conviven con los llamados seres reales cuando en algún febril momento la realidad se funde con la fantasía. Mostaza se divertía pensando que, en todo caso, no se puede saber quien es más real, si Augusto Pérez o Unamuno o si Juan Dahlmann o Borges. Esa noche estaba dispuesto a comprenderlo: el ki y la posibilidad de que un hombre sea todos los hombres a la vez (“I am he as you are he as you are me and we are all together...”)
Pasó la noche concentrado en su búsqueda frenética. Encontró el ki en el Tratado Fundamental de Budismo. Encontró que en Uqbar todos los cuentos son un solo cuento contado de mil y una formas. Supo por El Inmortal que Borges pudo ser Homero y que cualquier ciego puede ser Borges. Convencido de que el cosmos no podía engañarle y de que era posible cruzar el umbral de la realidad, tomó asiento, abrazó el libro que le había desvelado y repitió para sí: yo soy la morsa, yo soy la morsa, yo soy la morsa...
(La versión que se presenta es de Styx, del disco "The big bang theory")
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Aquella noche el Señor Mostaza despertó de cara a un libro. Sin saber siquiera donde estaba, volteó la mirada hacia donde el reloj marcaba las nueve con veinte. -He perdido mucho tiempo-, se reclamó a sí mismo. Buscaba desde hacía varios días un Tratado Fundamental de Budismo, una edición extraña (de un autor aún más) que el encargado juraba haber recibido meses atrás.
Habían pasado muchas noches desde que Niebla le hizo pensar que los personajes de las novelas conviven con los llamados seres reales cuando en algún febril momento la realidad se funde con la fantasía. Mostaza se divertía pensando que, en todo caso, no se puede saber quien es más real, si Augusto Pérez o Unamuno o si Juan Dahlmann o Borges. Esa noche estaba dispuesto a comprenderlo: el ki y la posibilidad de que un hombre sea todos los hombres a la vez (“I am he as you are he as you are me and we are all together...”)
Pasó la noche concentrado en su búsqueda frenética. Encontró el ki en el Tratado Fundamental de Budismo. Encontró que en Uqbar todos los cuentos son un solo cuento contado de mil y una formas. Supo por El Inmortal que Borges pudo ser Homero y que cualquier ciego puede ser Borges. Convencido de que el cosmos no podía engañarle y de que era posible cruzar el umbral de la realidad, tomó asiento, abrazó el libro que le había desvelado y repitió para sí: yo soy la morsa, yo soy la morsa, yo soy la morsa...
(La versión que se presenta es de Styx, del disco "The big bang theory")
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martes, febrero 07, 2006
10. You could make a killing (Aimee Mann)
La distancia suele distraer la mente y engañar a los sentidos, acaso así el Sr. Mostaza pretendía olvidar su pasado, aunque el día que volvió a París la vida no pudo menos que enfrentarle a su destino. La casa lucía bastante descuidada. Las hojas secas y los periódicos que tapizaban el jardín dejaban claro que habían pasado ya varios días sin su presencia.
Hacía tan sólo 3 semanas que habían avisado a la casera y el adiós parecía tan lejano que probablemente el Sr. Mostaza no lo lamentaría. Si el acuerdo se había cumplido, Tamara estaría desde hacía 13 días en los límites de la ciudad con todas las cosas que alguna vez compartieron y que ahora, por algún extraño designio, sólo le pertenecían a ella.
La promesa de no encontrarse y de retirar a solas las cosas estrictamente personales y con más valor sentimental que monetario, hicieron que el Sr. Mostaza retrasara su llegada. Ese día, inconscientemente tomó su gastada chamarra de piel y las llaves de la otrora su casa, de las que pendía la mitad de un llaverito de esos que tienen dos piezas y que al juntarlas completan la frase “te amo”.
Esto será rápido, repetía para sí, y aunque no sin un ligero escalofrío abrió la puerta. La escena parecía la de un crimen: pedazos de lo que antes fue una vajilla regados en el piso (probablemente estaban ahí desde la última pelea), los estantes vacíos, las paredes desnudas. Encontró en la mesita de centro sobres vacíos de cartas viejas y fotos arrancadas de sus álbumes. Pensó que si eso fuera una película, él seguiría avanzando y en algún momento, al abrirse la toma, encontraría en el rincón de la ventana un cuerpo inerte, con la ropa raída; quizás bañado en sangre, quizás con un último gesto de asombro, de incredulidad tal vez.
Tras dar algunos pasos una idea le asaltó fulminante: ¿Y si Tamara se llevó no sólo mis cosas sino mis recuerdos? ¿Y si entre las fotos viejas se llevó mi pasado? ¿Y si en las cartas se llevó mi voz y mis letras? ¿Y si entre sus cosas se ha llevado mi vida? Inerte, con un gesto de asombro en el rostro se sentó en el rincón que daba a la ventana. El Sr. Mostaza comprendió entonces su destino: Ella no había regresado por sus cosas. Había regresado a matarlo.
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sábado, enero 28, 2006
9. You and me (The Cranberries)
Hubo un tiempo en que el mundo era muy sencillo.
En aquel mundo, las aventuras, aunque circunscritas a un pequeño espacio, resultaban por demás épicas. Por que nadie que lo haya vivido podrá decir que aquél lugar no era una recreación surrealista del laberinto de Creta, con el minotauro en el centro y los ícaros y los dédalos buscándose las alas para escapar.
Si en ese mundo, el segundo de los pasajes, tan lleno de ideas y conceptos y discusiones y problemas parecía duro de pasar (Platón, Hume, Kant y Heidegger resultaban verdaderos perros de presa), el primero no lo era menos: la bestia de las secciones cónicas y las curvas de nivel, las derivadas y los teoremas creaban estados de auténtico terror.
Para quien, al final del día, salía triunfante de esa suerte de batallas la recompensa era gratísima. Pasajes secretos para perderse (mejor si era en pares), jardines verdes y floridos y lo mejor: la gran plaza pública, dispuesta a diferencia del resto del mundo, en forma concéntrica. En ella se reunían toda clase de seres a comentar anécdotas o a presumir hazañas de guerra. Era muy común encontrar ahí a mujeres y hombres intercambiando miradas y discretas caricias. También resultaba común encontrar a ese tipo de seres que se sientan a la mesa en arreglos de cuatro a debatir mediante la lógica, la probabilidad y 28 fichas punteadas, quién resultaba más inteligente.
En ese mundo se encontraba todo lo necesario para sobrevivir, sólo había que procurárselo. Tener una novia resultaba, lo sé, de gran ayuda. Lo mismo un puñado de buenos amigos y una pila de buenos libros.
Aquel lugar era mágico y salir de sus limitantes murallas, aunque siempre resultaba atractivo, representaba el gran riesgo de enfrentarse a un mundo más grande, más hostil, más real aunque no por eso más civilizado. Y paradójicamente ese pequeño mundo no tiene otra razón de ser que expulsar a sus habitantes al mundo real.
Hubo un tiempo en que el mundo era muy sencillo, cuando las batallas eran en un salón de clases y la lógica siempre ganaba; donde estaban los buenos maestros y los buenos libros y los grandes temas; donde los buenos amigos y los buenos tiempos. Ahí donde vi nacer los noventas y me enamoré de tí. Ahí donde creamos nuestro mundo, en el que sólo cabíamos tú y yo.
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En aquel mundo, las aventuras, aunque circunscritas a un pequeño espacio, resultaban por demás épicas. Por que nadie que lo haya vivido podrá decir que aquél lugar no era una recreación surrealista del laberinto de Creta, con el minotauro en el centro y los ícaros y los dédalos buscándose las alas para escapar.
Si en ese mundo, el segundo de los pasajes, tan lleno de ideas y conceptos y discusiones y problemas parecía duro de pasar (Platón, Hume, Kant y Heidegger resultaban verdaderos perros de presa), el primero no lo era menos: la bestia de las secciones cónicas y las curvas de nivel, las derivadas y los teoremas creaban estados de auténtico terror.
Para quien, al final del día, salía triunfante de esa suerte de batallas la recompensa era gratísima. Pasajes secretos para perderse (mejor si era en pares), jardines verdes y floridos y lo mejor: la gran plaza pública, dispuesta a diferencia del resto del mundo, en forma concéntrica. En ella se reunían toda clase de seres a comentar anécdotas o a presumir hazañas de guerra. Era muy común encontrar ahí a mujeres y hombres intercambiando miradas y discretas caricias. También resultaba común encontrar a ese tipo de seres que se sientan a la mesa en arreglos de cuatro a debatir mediante la lógica, la probabilidad y 28 fichas punteadas, quién resultaba más inteligente.
En ese mundo se encontraba todo lo necesario para sobrevivir, sólo había que procurárselo. Tener una novia resultaba, lo sé, de gran ayuda. Lo mismo un puñado de buenos amigos y una pila de buenos libros.
Aquel lugar era mágico y salir de sus limitantes murallas, aunque siempre resultaba atractivo, representaba el gran riesgo de enfrentarse a un mundo más grande, más hostil, más real aunque no por eso más civilizado. Y paradójicamente ese pequeño mundo no tiene otra razón de ser que expulsar a sus habitantes al mundo real.
Hubo un tiempo en que el mundo era muy sencillo, cuando las batallas eran en un salón de clases y la lógica siempre ganaba; donde estaban los buenos maestros y los buenos libros y los grandes temas; donde los buenos amigos y los buenos tiempos. Ahí donde vi nacer los noventas y me enamoré de tí. Ahí donde creamos nuestro mundo, en el que sólo cabíamos tú y yo.
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domingo, enero 15, 2006
8. Maybe I´m amazed (Paul McCartney)
Pensé comenzar este post diciendo que Jem, una veinteañera galesa poco conocida en la América hispana ha puesto nuevamente de moda esta canción. Si así hubiera comenzado hubiera tenido que decir que apareció en el soundtrack de la serie O.C. y habría tenido que recomendar enseguida el primer trabajo de esta joven cantante: Finally woken.
Hubiera tenido que explicar también que la versión original apareció por primera vez en el McCartney en 1970, primer album en solitario del famoso exbeatle. Y hubiera aprovechado para decir que ese, junto con el Ram de 1971 son para mi gusto sus mejores trabajos. De paso, hubiera hecho gala de mi conocimiento de la carrera de Paul para decir que sí, que elegir esos 2 de entre sus 39 discos solistas es algo arriesgado. Y más si su producción del 2005 Chaos and creation in the backyard a cargo de Nigel Godrich, productor de Radiohead suena tan fina y dosmilera a la vez. Aunque esto último lo hubiera escrito sólo para generar más visitas a mi blog.
Habría tenido que decir que McCartney ha venido dos veces a México: una en noviembre de 1993 y otra en el mismo mes pero del 2002. Y no haría falta aclarar que en ambos estuve ahí. Me prestaría a la polémica (que sólo le interesaría a los beatlemanos) y diría que su segundo concierto me gustó más, lo mismo que su segunda esposa. Y habría recordado que en esa gira del 2002 Paul incluyó en su programa Maybe I´m amazed después de casi 20 años de no hacerlo. Habría tenido que admitir que cuando la cantó en vivo, el Palacio de los deportes se cimbró y yo me emocioné hasta el tuétano.
Pensé que el post podría polemizar sobre cuál de las dos versiones es mejor, si la de la próxima gran estrella del pop anglo o si la de la hoy sesentera gran figura del rock ingles e icono de la música popular del siglo XX. Pero decidí que nada de eso tendría sentido. Entonces escribí el contenido de este post:
Maybe I´m amazed es una canción setentera que me estremece. Y decir setentera es sólo para ubicar la época en que fue concebida, pues en realidad puede estar guardada 35 años y al sacarla de nuevo sonar intacta, fresca, real. Tan real como la fragilidad que, nos guste o no, es parte de la naturaleza humana.
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sábado, enero 07, 2006
7. Your kiss is on my list (Hall & Oates)
Despertar y ver tu espalda desnuda es, aunque suene a cliché, la mejor forma de despertar.
Antes ni en la peor de mis bromas me hubiera permitido escribir un cliché. Los lugares comunes me daban pavor, pues el hecho de caer en ellos resulta siempre de mal gusto. Será porque todo mundo los visita, por que no hay restricción para acceder a ellos, porque los balnearios, los parques, el lenguaje, la música y la cultura cuando se vuelven populares nos causan nauseas y entonces nos buscamos unos nuevos.
Es justamente el principio del “no cliché” en el que se basaba nuestra lista de propósitos de año nuevo, aquella donde, en una columna escribíamos las cosas nuevas que habíamos hecho y en la otra las cosas que nos proponíamos hacer. Era algo así como la lista de pendientes, con lugares a conocer, conciertos a asistir, discos a comprar, pero sobre todo, cosas a presumir.
Año con año mejorábamos la lista: ir a la playa más exótica (para presumirle a Pepe y Mariana), comprar la absurdamente costosa botella de vino tinto (para el brindis con Ana y Pedro), cambiar el coche por uno con más lucecitas en el tablero (para que Toño se arda) y por supuesto, asistir al musical de Broadway de moda (para que la pinche Alejandra no esté presumiendo).
No se en que momento la carrera por presumir se convirtió en un evento profesional patrocinado por la superficialidad de tus amigas y tus inigualables celos e inseguridades. Conforme te convertías en una arpía luchando por ganar, la lista se hacía más grotesca y mi cuenta de cheques más endeble. El último año juntos titulé los propósitos como “Para gente con más dinero que sentido común”, para ver si captabas el mensaje.
Hoy, contigo muy lejos, retomé la costumbre de escribir una lista. Se llama “Las mejores cosas de la vida” y aunque en nada se parece a las monstruosidades de antaño, me temo que está llena de clichés. Incluye el cielo azul, cada vez más raro en esta gran ciudad; las tardes con mis amigos de la prepa, sin otra cosa que una cerveza en la mano y 2 pesos en el bolsillo; el disco de éxitos de los extremadamente cursis Hall & Oats y tu espalda desnuda en la cama. ¡Ah! Se me olvidada querida Tamara: tus besos también están en mi lista.
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domingo, enero 01, 2006
El Señor Mostaza
Cuando llegaba la hora del té el universo se detenía para el señor Mostaza. El cuco salía cinco veces del reloj del salón anunciando que había llegado ya la hora del descanso. - El séptimo día cuando terminaron el mundo allí arriba debieron celebrarlo alrededor de una taza de té- repetía rotundo, absolutamente convencido, mientras depositaba la cuchara en el platillo y sorbía el oscuro líquido.El señor Mostaza no necesitaba álbumes de fotos, jamás escribió un diario, no guardaba recortes de periódicos, ni entradas de partidos del Manchester, tampoco almacenaba frascos de colonia vacíos, ni guardaba cartas perfumadas con restos de carmín de amores adolescentes. Nada, absolutamente nada; todo estaba dentro de aquellas diminutas bolsas de algodón. Cientos de sobres de cientos de sabores diferentes que activaban todos sus recuerdos; junto a la menta, grosella, hierbabuena, anís, té verde y manzanilla encontraba cada tarde todo lo que creía olvidado. Los recuerdos del señor Mostaza no estaban en su cabeza sino en su paladar. Un asombroso paladar capaz de distinguir aromas y sabores. El señor Mostaza almacenaba así fechas, lugares, teléfonos, nombres, caras, besos furtivos, texturas y muchísimo más de lo que pudiera apilar en cualquier estantería desordenada. El ritual del té era para el señor Mostaza una especie de regresión en el tiempo, de la que nadie, absolutamente nadie, sospechaba nada. Sorbía un trago y paseaba por su existencia, su infancia, su adolescencia, y su más reciente madurez.Pero hoy es un día diferente, el señor Mostaza ha vertido agua en una de sus tazas de porcelana, ha retirado la bolsita con el té dejándolo reposar, ha sorbido despacio el líquido y se ha sentido profundamente inquieto. El señor Mostaza no se ha conmovido. Ninguna imagen, ningún sentimiento, ningún dato... Como si hubieran vaciado gran parte de su historia se ha levantado presuroso del sofá y ha deseado saltar... saltar al vacío desde la ventana del salón a una altura de siete pisos. Sin embargo repentinamente algo le ha hecho descartar la idea, asustado ha revuelto los cajones hasta que ha encontrado un bolígrafo que ha cogido con su mano derecha, sudorosa, fría y temblorosa. En un cuaderno en blanco ha comenzado a escribir con letra quebradiza arriba en el margen derecho: “Domingo, primero de enero de 2006”.El señor Mostaza hoy ha sentido que comenzaba una nueva vida.
Gracias a Patricia Lostado por sus inspiradas letras.
Gracias a Patricia Lostado por sus inspiradas letras.
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